Fallos de implantación
Los fallos de implantación son el último contratiempo que puede truncar el objetivo de conseguir un embarazo. Cuando el óvulo ha sido fecundado se forma el embrión, que va evolucionando hasta el quinto día, momento en el que alcanza el estado de blastocisto. En este punto de la evolución es cuando el embrión se desprende de la capa pelúcida que lo envuelve y se implanta en el endometrio.
La correcta implantación depende de diversos factores, no únicamente del embrión. En este momento el endometrio tiene que cumplir ciertos criterios hormonales que le permitan mostrarse receptivo a la implantación. Aunque este proceso no siempre se anuncia con una sintomatología concreta, en ocasiones la mujer puede experimentar sensaciones parecidas a las habituales antes del inicio de la menstruación, puede percibir manchas de color oscuro u otras molestias.
El proceso de la implantación consta de 4 fases que duran entre 3 y 4 días. Durante este período el embrión y el endometrio se van adaptando para poder concluir con la penetración del embrión en el endometrio, momento en el que entra en contacto con la sangre materna y se inicia el proceso de embarazo.
Al principio hemos comentado que el proceso de la implantación dependía de diversos factores, y es que en esta interacción entre el embrión y el endometrio entran en juego varios componentes. Dos de ellos son las células epiteliales, que propician la relación bioquímica entre ambos, y las moléculas de adhesión, que facilitan la posterior implantación definitiva al endometrio.
¿Qué es la implantación de embriones?
La implantación embrionaria es el proceso definitivo para conseguir el embarazo. Para poder confirmar el éxito del embarazo el embrión tiene que conseguir adherirse al endometrio para, a partir de este instante, iniciar la formación de la placenta. Esta adhesión es imprescindible para que el embrión continúe con su desarrollo y se formen la vesícula vitelina y la placenta, básicas para poder nutrir al feto durante los 9 meses que dura el embarazo.
La implantación del embrión se produce cuando éste asume el estado de blastocisto (en el quinto día de evolución después de la fecundación), aunque no todo se centra en el embrión. El endometrio tiene que estar receptivo, situación a la que se llega en un estado hormonal concreto al que, cuando se busca el embarazo con técnicas de reproducción asistida, se induce en la fase en la que la paciente toma medicación para preparar el endometrio.
Este proceso de implantación no va siempre acompañado de síntomas que pueden hacer prever a la mujer que el proceso de embarazo va por el buen camino. No obstante, algunas mujeres sí que pueden observar algún cambio que deje intuir que se ha producido la implantación.
Estos síntomas pueden ser la aparición de unas manchas de color marrón o rojo, percibir una sensación muy parecida a la que siente en los días previos a tener la menstruación, notar leves molestias en el pecho, así como también percibirlo un poco hinchado, tener mareos o angustia, o tener más ganas de orinar.
¿Cómo es el proceso de implantación?
Como hemos explicado, el proceso de implantación se inicia cuando el embrión se adhiere al endometrio, pero a este punto se llega a través de un proceso que consta de cuatro fases. La primera es la de eclosión y precontacto, después llega la de aposición, la adhesión y finalmente la invasión. A continuación, pasamos a explicar cada una de ellas.
En la fase del precontacto o la eclosión el embrión, ya en estado de blastocisto, se ha desprendido de su zona pelúcida y se inicia la interacción con el endometrio. El blastocisto se orienta hacia el endometrio. Este inicio del proceso se efectúa entre el día 5 y 6 de evolución del embrión.
Entre el sexto y el séptimo día de evolución da lugar la segunda fase de la implantación, la conocida con el nombre de aposición. En esta fase los pinópodos, pequeñas protuberancias que forman parte de las células epiteliales endometriales, facilitan esta toma de contacto entre el blastocisto y el tejido endometrial. En este momento se inicia la relación bioquímica entre el embrión y las células endometriales.
Aproximadamente en el séptimo día del proceso llega el momento en el que el embrión se adhiere al epitelio endometrial gracias a la actuación de las moléculas de adhesión. Esta fase puede durar hasta varias horas y es el momento en el que el endometrio pasa a un estado receptivo.
Y finalmente, la cuarta fase se produce entre el octavo y noveno día, y se conoce como fase de invasión. En este punto el blastocisto penetra en el endometrio y entra en contacto con la sangre materna. En este momento empieza el desarrollo del embrión, que dará lugar a la formación del feto para, si todo evoluciona correctamente, finalizar en parto.
¿Cuáles son las posibles causas de un fallo de implantación?
En el momento en el que se produce un fallo de implantación se elimina cualquier posibilidad de que el embarazo siga adelante y, a pesar de haber conseguido la fecundación (ya sea de manera natural o en el laboratorio), el proceso no acabará con el nacimiento de un bebé. La reproducción asistida ofrece la posibilidad de minimizar algunos de estos afectos gracias a las técnicas de las que se disponen actualmente.
Este contratiempo puede ser consecuencia de diferentes factores. Las causas más comunes son las anatómicas y endometriales, que se pueden detectar con una histeroscopia, una biopsia de endometrio o estudios de imagen. Con estas pruebas se pueden localizar malformaciones uterinas, miomas o la formación de pólipos en el endometrio. También hay ocasiones en las que los fallos de implantación provienen de una alteración genético endometrial que se puede controlar y solventar con un test ERA (Endometrial Receptivity Array).
Como hemos comentado antes, en un proceso de reproducción asistida estos problemas se minimizan con diferentes estudios que se pueden realizar durante el proceso. Las alteraciones cromosómicas y genéticas de la mujer, más comunes en caso de maternidad avanzada, se pueden controlar a través de cariotipos, en el caso del hombre también se puede hacer un estudio del semen con la técnica FISH o un estudio de Meiosis, y el análisis de cada embrión antes de la transferencia nos permite aumentar el porcentaje de éxito.
Los problemas endocrinos también pueden influir, provocando alteraciones hormonales, o algunas intolerancias no diagnosticadas, como por ejemplo al gluten, también puede conllevar problemas de implantación.
Otro problema pueden ser las trombofílias que son alteraciones en algún factor de coagulación con propensión a desarrollar trombosis (coágulos sanguíneos). Hay defectos hereditarios y otros adquiridos que pueden alterar la circulación en la placenta. El diagnostico se hace con un análisis de sangre especifico y a veces hay que tratar con anticoagulantes.
¿Cómo afectan los fallos de implantación al tratamiento?
Una de las opciones que los tratamientos de reproducción asistida ofrecen para minimizar los posibles fallos de implantación es realizar la transferencia del embrión en estado de blastocisto. Esta opción se consigue alargando el cultivo del embrión en el laboratorio hasta el quinto día de evolución, pudiendo corroborar sus óptimas condiciones a la hora de realizar la transferencia. De esta manera el equipo de embriólogos puede detectar algunas anomalías en el embrión que puede dificultar una correcta implantación.
La aplicación del Diagnóstico Genético Preimplantacional también permite reducir los problemas de implantación. Con esta técnica se pueden detectar las posibles alteraciones cromosómicas realizando el análisis genético de una de las células del embrión, sin causar ningún perjuicio a su desarrollo.
En los casos en los que el fallo de implantación provenga por un problema en la expansión del embrión mientras está envuelto por la zona pelúcida, la eclosión asistida puede ayudar. Se realiza una pequeña incisión en esta zona para, así, facilitar la salida en el momento de la expansión.
A veces nos encontramos con casos en los que se repiten los fallos de implantación a pesar de realizar una transferencia óptima des del punto de vista del embrión, el útero y el endometrio. En estos casos la opción más aconsejada por el equipo médico es optar por realizar un tratamiento con donante. Si se percibe que el problema puede provenir de la mujer se opta por buscar una donante de óvulos, en caso que el problema provenga del hombre, se optará por una donación de semen o también se puede optar por una doble donación.
El último paso que una pareja tiene que superar para conseguir el deseado embarazo es la implantación del embrión en el endometrio. No conseguirlo viene dado por fallos de implantación, que pueden ser causados por varias causas y que, en los casos en que la pareja se encuentre en un proceso de reproducción asistida, pueden propiciar que el equipo médico recurra a ciertas técnicas o también a un cambio de tratamiento.
Con el paso de los años aumentan las dificultades de implantación, por lo que en los casos de una maternidad tardía los fallos de implantación son más comunes. Las causas más habituales guardan relación con alteraciones hormonales, anatómicas, endometriales y sobre todo genéticas. Estas alteraciones se pueden detectar y minimizar con técnicas de reproducción asistida que garantizan una mejor calidad del embrión transferido, por lo que aumentan las probabilidades de implantación.
La transferencia embrionaria en un proceso de reproducción asistida se puede realizar en estado de célula (con 2-3 días de evolución) o bien en estado de blastocisto (5 días de evolución), estado con el que el embrión empieza el proceso de implantación. Esta transferencia tardía propicia una mejor implantación, ya que el equipo de embriólogos puede seleccionar el que ha evolucionado mejor después de más tiempo.
Otra opción para intentar aumentar las posibilidades de éxito desde el laboratorio es el Diagnóstico Genético Preimplantacional. Esta técnica consiste en un análisis genético de una de las células del embrión sin afectar de ninguna manera a su desarrollo.
A pesar de esto, en ocasiones, no se consigue evitar el fallo de implantación que, si se produce de manera reiterada, puede acabar conduciendo al equipo de expertos a aconsejar un cambio de tratamiento apostando por una donación (de óvulos si el problema es de la mujer, de semen si lo es del hombre o doble donación en caso que el problema provenga de ambos).
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